Electricidad gratis, reducir la pobreza o simple populismo
Leiner Vargas [email protected] | Martes 15 agosto, 2017

Reflexiones
Electricidad gratis, reducir la pobreza o simple populismo
Hace varios años me correspondió dirigir un proyecto de investigación, con apoyo de la cooperación Noruega en el tema de “Energía, medio ambiente y pobreza” para tres países de Centroamérica, Nicaragua, Guatemala y Costa Rica. Dicho proyecto estudió, entre otras cosas, el efecto de los subsidios a la energía, electricidad y combustibles, sobre el bienestar de las familias, la distribución del ingreso y los impactos sobre medio ambiente. Estudiamos en aquel entonces, tanto el subsidio a los combustibles fósiles, como el subsidio a la electricidad y concluimos, que son mecanismos equivocados y con efectos colaterales muy perversos sobre el medio ambiente y con un nulo o muy poco efectivo impacto en la pobreza.
Con mucha sorpresa he visto que en estos días primeros de agosto, casi en la salida del gobierno actual, se anuncia con mucha vehemencia un decreto que regala la energía eléctrica a las familias en extrema pobreza y la subsidia en un 50%, para aquellas que están en la categoría de pobres. Todo lo anterior, suponiendo que es el mismo bloque de consumo residencial, aquellos que consumen la mayor cantidad de energía, quienes deberán pagar por esos subsidios cruzados propuestos por este decreto del poder ejecutivo. Por supuesto, como casi todo subsidio diseñado desde la esfera política, sus fundamentos populistas son claros, el más rico le pague al más pobre, asignándole al Estado o Gobierno de turno, el papel de “Robin Hood” en una versión moderna. Se trata entonces de establecer un sobreprecio a las familias de alto consumo, para que financien la electricidad de aquellas que están en pobreza. Empero, como toda política pública, su diseño casi siempre tiene buenas intenciones, aunque su implementación y resultados, no necesariamente lo sean.
Así las cosas, a pesar de las buenas intenciones del gobierno, existen algunas preguntas no resueltas por quienes han propuesto esta nueva forma de abatir la pobreza, que me gustaría documentar a continuación. Primero, resulta que de acuerdo con el plan nacional de energía, primero se diseña y se aprueba la metodología tarifaria y luego, se realizaba el decreto ejecutivo para implementar la medida, dado que sin una adecuada definición del ¿cómo se va a implementar?, no se tiene idea del costo y mucho menos, ¿cuál será el impacto que tendrá la medida sobre la sociedad? Como decimos en Grecia, la carreta no puede ir adelante de los bueyes, al parecer, alguien se adelantó y requería anunciar el subsidio, aunque tenía claridad de que la medida no podría ser implementada ni siquiera en el siguiente semestre, dado que Aresep no ha visto el tema y tendrá que llevarlo a consulta pública en las distintas empresas de servicio. Así las cosas, algo que suena muy populista para una conferencia de prensa y para el bolsillo de los pobres, pareciera ser mucho más un discurso político que una realidad objetiva.
En segundo lugar, es también objeto de curiosidad en este particular caso, que no se evalúa el impacto del subsidio actual sobre el consumo residencial de los primeros 200 Kilowatts y que tampoco se elimina, de tal forma que se está proponiendo un nuevo subsidio, encima de uno ya existente y cuyo efecto, no se ha evaluado. Si miramos al pasado, es precisamente el argumento de pobreza el que dio origen al primer subsidio, argumento que fue objeto de revisión por nuestro proyecto de investigación y que claramente concluyó, que no era un instrumento apropiado ni eficiente para combatir la pobreza, pero sí tenía grandes impactos en la conducta de consumo y como tal, en el medio ambiente.
Un tercer aspecto que considerar es que las familias más ricas tienen hoy posibilidad de poner en sus casas calefactores solares, paneles para generar energía y todo tipo de mecanismos de ahorro en la factura eléctrica. Así las cosas, son aquellas casas de clase media baja o de familias pobres las que terminan consumiendo más electricidad centralizada y cara, dado que las cocinas, refrigeradoras, duchas y todo tipo de aparatos y conexiones eléctricas de mala calidad generan ineficiencias en el consumo, que hacen más cara la energía en estos hogares. Los subsidios en energía a las familias pobres son entonces objeto de mucho cuidado y deben canalizarse de forma distinta según los propios organismos internacionales del sector, más que subsidiar el consumo, deben procurar favorecer el ahorro y sobre todo, garantizar la eficiencia en el uso del recurso a los pobres. Por eso, podría ser más adecuado entregarles un panel solar o un calentador eléctrico, cocina solar o inclusive cambiarles las instalaciones eléctricas y dotarles de bombillas eficientes que entregarles un cheque en blanco para el consumo.
En general podemos concluir que, los subsidios a la energía son buenos si permiten empoderar a los pobres y dotarlos de mejores condiciones para hacer frente a sus necesidades, afectando los patrones de consumo en favor del medio ambiente, reduciendo la ineficiencia y las pérdidas de electricidad y favoreciendo el empleo entre las familias de menores ingresos. Concluyo entonces que, la prisa en el diseño de la política pública es mala consejera y que si bien podría tener muy buenas intenciones políticas, subsidiar la factura eléctrica a los pobres no parece ser la mejor forma de reducir la pobreza y por el contrario, podría llevar a tener más ineficiencia y empeoramiento de las condiciones técnicas y económicas del sector energético y efectos ambientales perversos para el país. Me temo entonces que más que una medida apropiada para reducir la pobreza, el subsidio eléctrico es un instrumento de simple y puro, populismo político.
Dr. Leiner Vargas Alfaro
www.leinervargas.com
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