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Martes, 4 de febrero de 2025



FORO DE LECTORES


Nuestros vecinos silvestres

Redacción La República [email protected] | Martes 04 febrero, 2025


Isabel Hagnauer


Isabel Hagnauer

Médica veterinaria

Rescate Wildlife Rescue Center-zoave

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¿Mapaches en San José centro? ¿Pumas en Heredia? ¿Coyotes en Cartago? Muchos se asombran, pero nuestra Costa Rica es un país megadiverso donde habitan más de 500.000 especies de plantas y animales, el 5% de biodiversidad mundial, así que no es raro que encontremos animales silvestres en cualquier rincón del país.

Pero ¿por qué pareciera que estos encuentros son cada vez más frecuentes? Las principales causas son la pérdida de hábitat y la fragmentación de los ecosistemas, cada vez más carreteras atraviesan parches boscosos, los megaproyectos urbanísticos y hoteleros proliferan (especialmente en zonas costeras) y la intensa actividad turística que ha provocado un aumento de la visitación en áreas naturales y la creación de sitios para observar animales silvestres fuera de su entorno natural. Asimismo, el uso de teléfonos y cámaras de seguridad ha facilitado registrar y viralizar avistamientos de animales silvestres, algo que hace décadas era impensable.

Aunque vivimos en un país con cerca del 50% de cobertura boscosa, muchas personas ven con temor la posibilidad de encontrarse con animales silvestres, pero imaginar un puma o un jaguar a escasos nueve kilómetros del centro de San José no es algo surreal. Estos encuentros, que en su mayoría son inofensivos, se han vuelto más comunes y virales. Sin embargo, también han aumentado las interacciones negativas, convirtiendo a los vecinos silvestres en víctimas, desafiando la percepción de que representan una amenaza para nuestra rutina.

La construcción de infraestructuras humanas en prácticamente todo el país ha incrementado significativamente la interacción entre las personas y la fauna silvestre. Muchas veces, las personas alimentan a los animales bajo la creencia equivocada de que estos se acercan en busca de alimento. Sin embargo, esta práctica puede provocar graves consecuencias, como la transmisión de enfermedades y la pérdida de comportamientos naturales relacionados con la búsqueda de alimento y la interacción grupal.

Además, la fragmentación de los hábitats y la pérdida de conectividad natural obligan a los animales a desplazarse por el suelo o a utilizar estructuras humanas, como el cableado eléctrico, exponiéndolos a riesgos fatales. Entre 2022 y 2023, se reportaron 7,000 casos de animales silvestres electrocutados, aunque esta cifra probablemente sea solo una fracción del problema real, ya que muchos incidentes pasan desapercibidos. Los animales que no mueren a causa de la electrocución suelen sufrir lesiones graves y dolorosas, como amputaciones, que afectan su supervivencia.

Se estima que al menos 10 animales silvestres mueren atropellados cada día. Algunos sobreviven con lesiones dolorosas durante días, y otros quedan con secuelas permanentes. Entre los más afectadas están ranas, serpientes y aves, aunque también mamíferos como mapaches, osos hormigueros, pizotes, perezosos e incluso especies en peligro de extinción, como dantas, jaguares, pumas y manigordos.

Los turistas en búsqueda de “experiencias” cercanas con la fauna no se quedan atrás en los impactos negativos, multitudes de personas en parques nacionales han alterado los comportamientos naturales de las especies que allí habitan, sin embargo, las más preocupantes son aquellas más invasivas y antiéticas como los tours donde cocodrilos, perezosos y monos son alimentados para tener una foto más cercana o incluso interactuando directamente como tocarlo o permitir que se suban en los hombros de las personas.

Costa Rica, famoso por ser un país verde, enfrenta una acelerada pérdida de biodiversidad. Hemos olvidado que cada especie desempeña un papel esencial en el mantenimiento de los ecosistemas. Un ecosistema sano y equilibrado es vital para garantizar la salud de las poblaciones humanas.

No se trata de oponerse al progreso, sino de planificarlo de manera responsable. El desarrollo debe ir de la mano con la naturaleza, promoviendo prácticas de convivencia que protejan tanto a la población como a la fauna silvestre como restablecer la conectividad natural, respetar a los animales a la distancia y evitar alimentarlos.

Es crucial fomentar la educación ambiental basada en principios de conservación. Solo con un enfoque responsable podremos garantizar la coexistencia armoniosa entre las personas y la fauna silvestre, protegiendo nuestro valioso patrimonio natural para las generaciones futuras.







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