Daniel aprende de sus experiencias
Carlos Denton [email protected] | Miércoles 17 noviembre, 2010
Un amigo diplomático acreditado en Managua me contaba de conversaciones que tuvo el año pasado con Daniel Ortega. Cuando este embajador criticaba la forma en que se manejaron las votaciones municipales de 2008, relató que la respuesta del Presidente de Nicaragua fue “no voy a dejarles robarme las elecciones como lo hicieron en 1990.” Cuando le preguntó quienes eran los del robo, según este amigo se desató una diatriba que incluía “los ticos, los gringos y un líder costarricense en específico”.
Ortega aprendió de esa experiencia electoral, y tres más, hasta que al final regresó al poder; parece que no tiene él la intención de dejarlo nunca más.
Pero ese no es el único ejemplo del aprendizaje del líder de todos los nicaragüenses. Durante el primer periodo de la revolución, y la catástrofe que vivió su nación, aparentemente se dio cuenta que el sistema económico de mercado y de libre empresa es mejor que cualquier otro. Entonces jamás ha intentado enrumbar su país en la dirección que sigue su mentor Hugo Chávez, que poco a poco va desmantelando el mercado venezolano, creando distorsiones, hambre y dependencia. Es más, Ortega y un grupo de sus allegados ahora son empresarios; participan en el mercado, fomentan y protegen a la inversión extranjera y no interfieren en la dinámica del mercado. ¡¡Aprendió el hombre!!
También asimiló que no es bueno estar en contraposición con los estadounidenses. La administración orteguista coopera en la lucha contra el narcotráfico, da la bienvenida a los programas de ayuda de Estados Unidos, mantiene relaciones con el Fondo Monetario Internacional y protege a los estadounidenses que en Nicaragua viajan e invierten. De vez en cuando desata un discurso sobre las “barbaridades del imperio,” pero todos entienden que esto es parte de la liturgia requerida en el sacerdocio del ALBA.
Otra lección aprendida es que a los ticos no hay que hacerles mucho caso. Desde la época de la revolución, Nicaragua ha debido más de $500 millones por compras de energía eléctrica y los diversos gobiernos de Costa Rica, incluyendo el actual, no han hecho intentos serios de cobrar lo adeudado. De vez en cuando hay que realizar reuniones con los ticos y decirles con cara sincera que “queremos pagar,” pero con eso los vecinos del sur se satisfacen; más bien permiten que los nicas vendan ahora en el siglo XXI energía a Panamá, pasando por la red costarricense.
Ortega aprendió que es importante de vez en cuando levantar la voz sobre la violación de los derechos humanos de los nicaragüenses que viven y trabajan en Costa Rica; los ticos se han revelado como super sensitivos sobre este tema y de inmediato se ponen a la defensiva. Y ni hablar del río San Juan; ¿Quién se olvidará del presidente Enrique Bolaños con representantes de la prensa montado en un cayuco viajando por esa vía acuática para “demostrar a los ticos y al mundo entero que el río es de Nicaragua?”.
Ortega no solo no se olvida, sino que entiende el enorme valor de esta frontera acuática para con su retención del poder después de enero de 2012.
Muchos líderes no aprenden de la historia ni de sus experiencias; terminan enterrados y olvidados. No se puede decir esto de Daniel Ortega, que se ha convertido en la figura política nicaragüense de más importancia en las últimas tres décadas.
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