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Natividad

Vilma Ibarra [email protected] | Jueves 24 diciembre, 2015


Natividad

Era un joven militar del Ministerio de Defensa de México. Sus oídos no daban crédito a mi contundencia. Sus ojos lo delataban. ¿Que no tienen ejército? ¿Y cómo se defienden?
Eso fue hace apenas un mes. Pero recuerdo haber visto la misma cara de sorpresa en Colombia siendo adolescente o en mis primeros años de ejercicio periodístico en Perú y en El Salvador. Me ha pasado muchas veces. Y estoy segura a muchos de ustedes también. Cuando de hablar de nuestro país se trata, cada uno de nosotros invariablemente hace la misma obligada y orgullosa referencia: no tenemos ejército.
Y eso que nos resulta común repetir; es incomprensible para casi todos los conciudadanos de esta aldea global.
Nos hace bien sustraernos a los habituales señalamientos críticos que muchas veces por desmesurados y hasta superficiales se vuelven en extremo tóxicos, para recordarnos, gracias a que tenemos fresquita en el alma la certeza de una gran victoria lograda en el campo de batalla de la Corte Internacional de Justicia, que es una obligación insoslayable aferrarnos más a la solidez de nuestras bases y mirar hacia el horizonte con más determinación para lograr construir muchos nuevos acuerdos de beneficio común.
Tenemos la certeza de que llegamos a la celebración de la Natividad con un fallo que redimensiona el hecho de que somos un país que confió hace mucho en las armas del derecho internacional para garantizar su protección y defensa. Y eso nos hace tener autoridad moral. Y debemos por tanto hacerla valer.
Somos escépticos con toda razón respecto de la voluntad del gobierno vecino para cambiar su forma de relacionarse con nosotros. Pero nos toca seguir intentando —como nos lo dijo el papa Bergoglio— restablecer la armonía y la cooperación. Y tal vez sea esperanzador que se busque la integración de áreas silvestres protegidas a ambos lados de la frontera como plantean los especialistas en la materia.
Pero en lo inmediato, de cara a una circunstancia tan desafiante, dolorosa e inesperada como la crisis extendida de los migrantes cubanos varados al Norte y al Sur del territorio patrio, debemos tener nuestra prioridad en una tarea que nos encontró de pronto y para la que, al momento de escribir estas líneas, pareciera que nos encontramos aún solos.
Esto es algo muy paradójico. Celebramos la tradición judeocristiana de una joven pareja que buscaba casi con desesperación un lugar para dar a luz a su primogénito. El primogénito de todo el mundo cristiano.
Como todos, tengo más preguntas que respuestas. Pero sé que no hemos sido indiferentes. No cerramos las puertas. Sabemos que nuestras capacidades de atención son limitadas y podrían generar una tensión que no soportaría mucho para desbordarse. Estamos genuinamente preocupados y ocupados en esto.
Así que es momento de estar todos juntos. Todas las fuerzas políticas y sociales. Es momento de muchísima prudencia y seriedad profesional mediática. Conmemoramos el Nacimiento de Jesús, en una situación inédita.
Elevemos oraciones por una pronta solución.

Vilma Ibarra


 

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