Protección emocional
Claudia Barrionuevo [email protected] | Lunes 12 abril, 2010


Después de un año más que duro, mi amiga Inés decidió invernar. Tarea difícil si consideramos que durante los últimos tres meses los primeros de la segunda década del siglo XXI el clima josefino ha sido mucho más cercano a las temperaturas guanacastecas que a las cartaginesas.
Como respondiendo a un instinto primitivo, Inés optó por encuevarse, encerrarse, salir lo menos posible y desarrollar su vida dentro de su casa. En gran medida su trabajo se lo permite.
A veces sus amigas y me incluyo tratamos de convencerla de que tiene que salir, que es importante ir a tal o cual evento social o cultural, que eso de estar en una jaula no es conveniente.
Sin embargo parece ser que Inés está feliz. Aunque nunca practicó yoga o meditación y está muy lejos de tener una personalidad zen, mi amiga ha encontrado algo que parece ser el equilibrio o la paz interior de los que tanto se habla.
Curiosa y anhelando llegar a ese estado mágico, fui a visitarla para escuchar su “testimonio” y así poder emularla. Inés me recibió con una gran sonrisa que ahora la caracteriza alegrándose por mi visita. Entre tazas de tés aromáticos y galletitas me contó acerca de su nueva forma de vida.
Me explicó que primero se liberó para siempre de todos esos sentimientos horribles como la envidia, los celos, la competencia, la vanidad, la ira, los malos deseos. Requiere cierto trabajo interno más para unos que para otros pero no es imposible.
Después dejó de lado toda preocupación vana: hay grandes problemas que requieren toda nuestra atención pero hay un sinfín de pequeños inconvenientes que no merecen nuestra angustia.
Más adelante luchó con toda su energía por ser inmune al estrés externo. Esta tarea es interminable, diaria y nada fácil: debemos evitar ciertos lugares y situaciones. Aunque claro no siempre se puede.
Paralelamente a estas tareas, Inés empezó a dedicar más tiempo a cultivar sus afectos más cercanos y se fue alejando de todos aquellos que le hacían daño con intención o sin ella. Es inevitable relacionarse con algunas personas que no nos fascinan (en el trabajo o en el barrio) y hay que hacerlo con toda buena voluntad y la mejor de las actitudes para que esos sentimientos positivos regresen a nosotros.
Mi amiga ha logrado algo importante que no siempre es posible realiza un trabajo que le gusta mucho y lo hace lo mejor que puede. Porque y he aquí otro punto importante hay que competir solo con uno mismo, no mirar lo que hacen los demás, sino intentar superarse a sí mismo en cada tarea que se emprenda.
Le había costado medio siglo pero finalmente Inés había logrado algo parecido a la felicidad. Y resumía su “secreto” en un concepto: vivir con protección emocional.
Por eso nos acompaña a nosotras sus amigas solo a algunos de los eventos sociales a los que la invitamos: no quiere exponerse a ninguna situación en donde esté a merced de las energías negativas de quienes no han podido desembarazarse de los malos sentimientos.
Si no fuera porque hace tiempo me deshice de la envidia, la envidiaría. Envidia de la buena, eso sí.
Claudia Barrionuevo
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