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Pedro Oller [email protected] | Martes 22 febrero, 2011


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El ritmo trepidante de los acontecimientos de los últimos días en el mundo árabe, tiene a muchos buscando respuestas y atribuyendo etiquetas a fenómenos que me atrevo a decir estamos muy lejos de empezar a entender.
En los últimos días, analistas criollos y extranjeros han atribuido a los medios sociales un papel preponderante en lo sucedido en Egipto y Túnez, por no decir Libia, Yemen o Bahréin. Pero, como bien escribía con un título tan sugerente como el de arriba, Nathalie Rotschild de Spiked, “Nos cautiva el torrente de tweets, álbumes de fotos en Flickr, grupos de Facebook, vídeos en YouTube, el mapeo en tiempo real de tendencias y todo lo demás porque el resto nos sentimos de alguna forma involucrados”.
Atribuir a Facebook o a Twitter la responsabilidad de los hechos que están ocurriendo no es más que la necesidad de encontrar una explicación, por más simplista o fetichista que esta pueda resultar, para levantamientos que ciertamente no dimensionamos y que, en esa carencia, terminamos por trivializar. Por eso mismo es que alguien como Julian Assange pueda responsabilizar a sus “Wikileaks” una injustificada importancia ya que, según él, “ha creado una nueva actitud respecto de la libertad de expresión”.
Estamos frente a eventos que han desencadenado tras décadas de venirse gestando, que pasan de lo político y tocan fibras sociales, generacionales, económicas y religiosas muy sensibles, que confunden en su velocidad pero cuyos efectos solo podrán medirse en el largo plazo. Siendo lo cierto que ni la salida de Zine al-Abidine Be Ali trajo calma a Túnez ni la de Hosni Mubarak marcará un desenlace definitivo en Egipto.
Bien lo dice el bloggero egipcio Wael Abbas, “Hemos usado medios sociales por años, pero la decisión de actuar ahora fue tomada por la gente. No puede atribuirse al internet. Lo que pasa en las calles hoy se debe únicamente a los egipcios. El internet no es más que una herramienta para proselitismo, distribuir información, llamar a la gente a protestar (…) el internet ha facilitado el activismo político más allá de los medios tradicionales que están en manos del régimen”.
Comparto con Luis Guillermo Solís la apreciación de que este momento inédito que vivimos, puede referenciarse en la situación que vivió la Europa del Este tras la caída del muro de Berlín. Ciertamente, el ritmo de los sucesos recuerda aquello, pero está claro que lo que ocurre tiene una dimensión muy particular marcada por el ahora y por el adonde.
Así, podría uno concluir que lejos de la importancia de Facebook o Twitter, lo valioso no es el lado técnico sino que estos hechos estén sucediendo en el mundo real y no virtual y que, marcarán las décadas por venir de forma ineludible y su efecto no se confinará a las fronteras que hoy contienen las revueltas. Eso, resulta técnicamente posible.
Pedro Oller
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